La altura es un tema que genera mucha curiosidad, especialmente entre los jóvenes que desean ganar unos centímetros extra. Aunque la genética juega un papel fundamental, hay factores externos que pueden influir en el crecimiento durante la etapa de desarrollo. Pero, ¿qué pasa cuando ya se ha llegado a la edad adulta? Aquí te contamos qué dice la ciencia al respecto.
Durante la niñez y la juventud, el organismo vive un período de crecimiento rápido gracias a la hormona del crecimiento, que es producida por la glándula pituitaria. Para optimizar este proceso, los especialistas sugieren seguir una alimentación balanceada que sea rica en proteínas, calcio y vitaminas como la D, las cuales ayudan a fortalecer los huesos. La actividad física también resulta fundamental: deportes como la natación, el salto o el baloncesto pueden favorecer el desarrollo óseo. Además, es crucial dormir entre 8 y 10 horas al día, ya que es durante el sueño cuando el cuerpo libera la mayor cantidad de hormona del crecimiento.
No obstante, una vez que se cierran las placas de crecimiento (epífisis), lo que suele suceder al final de la adolescencia, incrementar la altura de forma natural se hace casi inviable. En la adultez, las opciones se vuelven limitadas y, en algunas ocasiones, extremas, como los procedimientos quirúrgicos para alargar los huesos, que implican riesgos significativos.